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sábado, 2 de mayo de 2015

La impopular opinión y el Monedero vacío

La reciente dimisión del que fuese secretario de Proceso Constituyente y Programa de Podemos, Juan Carlos Monedero, nos tomó a todos por sorpresa. No fueron pocas las voces, entre ellas la mía, que en su día exigieron que dejase el neófito partido por la mala imagen de que estaba contagiando al mismo y el nocivo efecto que ello iba a tener en las generales. Y es que a todos llegaron a intoxicarnos con la desconfianza infundada hacia un hombre cuyos atribuidos delitos de evasión fiscal no son mínimamente comparables al saqueo mantenido de los fondos públicos para tener maravillosas sedes de partido contra las que poder estrellar coches.

Ahora, sin embargo, me debato entre la incredulidad y un profundo respeto por un hombre que he tenido la suerte de conocer, más allá de los mítines, en las aulas (donde, por cierto, no hacía lavados de cerebro de corte chavista). 

La incredulidad hunde sus raíces en lo extraordinario de una dimisión en este país de politiqueo insulso, demagogo y putrefacto. Oír hablar de una dimisión en España es tener constancia de que queda al menos una persona, si no honrada, consecuente con sus principios. Y es que se conocen dimisiones de altos cargos políticos de diversos gobiernos europeos por copiar una tesis universitaria o no pagar una multa de tráfico, mientras nosotros seguimos dándole cuerda a los monigotes esperpénticos que, aun imputados por casos de malversación de fondos, fraude fiscal, corrupción y un largo etcétera, siguen teniendo vía libre para hacer de nuestro país el último mono -y, encima, de feria-.

Y de ahí nace ese profundo respeto del que hablaba. Admiración incluso. Poquísimas son las personas fieles a unos valores, y no cabe más que lamentar la partida de una de ellas de esta arena de leones obsoletos y con zarpas envenenadas en que se han convertido las próximas elecciones generales. Más respeto merece debido al inmerecido expolio mediático que se ha dirigido hacia su partido, a él como chivo expiatorio y diana a la que vituperar con el fin de acabar con la amenaza que para el régimen semifascista suponía Podemos.

Hablo en pretérito porque han conseguido lo que querían. Han hundido al hombre y al partido. Han acabado con toda esperanza de regeneración democrática. Han reducido el movimiento de indignación a cenizas. El 15M es cosa del pasado. Ahora tenemos a Ciudadanos. Encantador. Ya no me caben dudas sobre la inminente e inevitable partida de todos los que aún creamos en la justicia de un pais que, en diez años, confirmará que sigue siendo una dictadura quitándose la máscara (pero no la mordaza). 

Y hemos sido todos nosotros, borregos vagos e ignorantes que prefieren discutir sobre si la bandera ha de ser roja y amarilla o tricolor, que defender sus derechos de la mano. Como hermanos de nación, no como estúpidos disidentes a una causa tan necesaria como la búsqueda de la vida digna (para todos).

Olé tus huevos, Monedero, cuadraos y en la cara de todos estos jetas que han creído vencerte. Nada más lejos de la realidad, para mí (y sé que para muchos) te has coronado.




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