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viernes, 15 de mayo de 2015

Reencarnación

Hoy desperté, en una cama que no era la mía, con ganas de reencarnarme. En hormiga, que soporta sobre sus hombros el peso infinito del mundo, para acabar su existencia en la suela de alguien con complejo de Dios y poco cuidado con dónde pisa. En marea, yendo y viniendo a besarle los pies a la amada orilla, y lamiendo el cuerpo de sus amantes, las rocas, dentro de una contradicción que le da la sal a las lágrimas que le corren por el cuerpo más que por las mejillas. En Sol y en Luna, en un eterno romance, sin fin a los ojos mortales, sin satisfacción del deseo, la negación a la posibilidad del roce, el sempiterno amor en la distancia. En hierba, para besar los pies desnudos de cualquiera que quiera ponerse encima. En arena, y en cal, para desconcertar a la gente con dichos que nadie entiende, para pegarme en la piel en la playa, y quemar viva la carne. Y es que no me importa el qué, con tal de no seguir en la piel humana, con conciencia hiperdesarrollada y complejo ególatra y victimista, pensando a cada segundo en cómo es la vida, y cómo habría que vivirla.

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