Sigo pidiéndole al pasado que no se vaya el amado enterrado
en la memoria. A ratos, me escondo y llamo en susurros al futuro, esperando que
me traiga la luz del nuevo día, metida en un frasco tan pequeño como la piel de
una persona. Caliente, ardiendo, que queme, y le quite el frío a unos pies que
se niegan a seguir andando descalzos. Dicen que las huellas que van en fila india,
de dos en dos, no quedan bonitas en la nieve. Y le pido al presente que el
viento de las avenidas vacías me quite las lágrimas, pero no el sueño.
No le pido, le exijo, a una vida inclemente, el perdón por
el daño cometido. No por mis manos, sino hacia mi corazón. Reclamo el cielo
para todos aquellos que clavaron en su día una estaca en mi pecho, que
inevitablemente dejó atrás astillas.
Y ahora, en trocitos, tengo el miedo. Desperdigado por las
arrugas de unas sábanas sucias del sudor hijo de las peores pesadillas. Se
esconde por la mañana, con el primer rayo de sol, pero se sube a mi espalda en
cuanto cae el negro del fin del día, y empiezan los créditos finales entre
párpados cerrados.
Y, en trocitos, sigue pesando igual. Tanto como las
penas que quitaron el sueño a ese reflejo tan poco deseado, en el espejo más
sucio de la casa. Tanto como la angustia naciente en la necesidad de saber
quién es esa que me observa desde los charcos, con malicia, con la mirada del
confidente que sabe el dolor que pueden sembrar los secretos que no se le
cuenta más que a la almohada.
Y ahora, estoy recogiendo la cosecha. No hay tierra más
fértil que una imaginación no condicionada por la crítica masiva de una
sociedad que te ignora si eres lobo vestido de oveja, pero te echa a los leones
si no escondes las lanas o no bajas las orejas.
Y ahí he plantado una vida paralela, una en la que las copas
de los árboles sean de algodón de azúcar que se derrita con el sol de agosto
en ríos de sal y muera en un mar en el que sí existen las sirenas. Y ahí me
quedo. Solitaria, pero no por ello sola. Herida en combate, pero no de muerte.
Recién salida de la Tercera Guerra Mundial, pero con las cicatrices de balazos
bien cerradas.
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