Páginas

martes, 28 de julio de 2015

Más vale pájaro en mano.

Y es que en todo momento soy yo,
Y a cada segundo no dejo de no serlo.

Me comen la vida los recuerdos.
Me quita el hambre la buena memoria.

Vivir en el pasado es una buena opción
Cuando el futuro es tan incierto.

Prefiero que me arrope lo certero

Que abandonarme a la marea de lo eternamente posible.

miércoles, 1 de julio de 2015

qwertyuiop

Me duele la cabeza. Ojalá hubiera espidifen para las inquietudes del alma. Pero eso no lucra. No hay Rockefeller alguno apostando por tal vaca flaca. Porque a los soñadores, a los dolidos, a los elitistas clubes de los corazones rotos -si bien no estrictos en criterios de ingreso-, a los realistas, a los cínicos, a los inteligentes, a los humildes, a los humanos, solo les queda una vía de salida. Ya no hay droga, alcohol de 300º, carnes de varón o hembra o manjares de rey anglosajón con un cartelito de "exit" estampado en la frente.

Solo queda dormir. Dormir, que es dejar de pensar. Dejar de pensar, que es desaparecer. Desaparecer, que es vivir. Vivir, que es morirse de ganas. De remediar el pasado, aprovechar el presente y adivinar el futuro. Y en ello vivimos en pretérito, derrochamos las horas y nos movemos en penumbra. Pero no en los sueños. No mientras nos queden dos párpados que veten la entrada del mundo. Que no nos intoxique. Que no se atreva. Que se aleje. Fuera.

Hoy estoy triste, señores

Hoy estoy triste, señores.

Será la primavera, que ya se ha ido..
Serán las hormonas, yo qué sé.
Quizá los atardeceres nublados.

Los besos sin lengua.
Las caricias sin escalofrío.

Las noches sin luna.
Las sábanas sin sudor.

Los pies sin zapatos.
Los calendarios sin días.

Las casas sin familia.
Las familias sin casa.

La vida sin sentido.
La vida, que es muy puta.

No sé, por motivos, no me quejo.
Pero hoy estoy triste, señores.

La certeza

Y, de repente, la vi. 
En la primera noche de julio, 
escondiéndose sin éxito entre las sombras: 
la certeza. 

De que el día sale para determinadas personas y se pone para otras tantas. 
La certeza de las muertes, las vidas, los partos, las heridas. 
La certeza, inexacta, de que yo también estoy viva. 
De que no saldré viva de esta. 
De que no tengo ni puta idea de qué es la vida, 
y de que no voy a conocer nada más allá de ella. 

De que es corta, 
y al mismo tiempo lo más largo que tenemos; 
más que el odio, 
más que la ambición, 
más que los pozos de sentimientos pretéritos, condicionales e imperfectos, 
soterrados bajo la máscara de la indiferencia. 

De que el dolor es pasajero, 
pero de primera clase, 
constantemente cogiendo trenes de alta velocidad. 
Tiene pasta, el cabrón. 
No es poco lucro el inherente a su negocio.

Eso también es una certeza. 
Descartes lo negaría, 
pero ese no tiene ni puta idea.