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miércoles, 1 de julio de 2015

La certeza

Y, de repente, la vi. 
En la primera noche de julio, 
escondiéndose sin éxito entre las sombras: 
la certeza. 

De que el día sale para determinadas personas y se pone para otras tantas. 
La certeza de las muertes, las vidas, los partos, las heridas. 
La certeza, inexacta, de que yo también estoy viva. 
De que no saldré viva de esta. 
De que no tengo ni puta idea de qué es la vida, 
y de que no voy a conocer nada más allá de ella. 

De que es corta, 
y al mismo tiempo lo más largo que tenemos; 
más que el odio, 
más que la ambición, 
más que los pozos de sentimientos pretéritos, condicionales e imperfectos, 
soterrados bajo la máscara de la indiferencia. 

De que el dolor es pasajero, 
pero de primera clase, 
constantemente cogiendo trenes de alta velocidad. 
Tiene pasta, el cabrón. 
No es poco lucro el inherente a su negocio.

Eso también es una certeza. 
Descartes lo negaría, 
pero ese no tiene ni puta idea.

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