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miércoles, 1 de julio de 2015

qwertyuiop

Me duele la cabeza. Ojalá hubiera espidifen para las inquietudes del alma. Pero eso no lucra. No hay Rockefeller alguno apostando por tal vaca flaca. Porque a los soñadores, a los dolidos, a los elitistas clubes de los corazones rotos -si bien no estrictos en criterios de ingreso-, a los realistas, a los cínicos, a los inteligentes, a los humildes, a los humanos, solo les queda una vía de salida. Ya no hay droga, alcohol de 300º, carnes de varón o hembra o manjares de rey anglosajón con un cartelito de "exit" estampado en la frente.

Solo queda dormir. Dormir, que es dejar de pensar. Dejar de pensar, que es desaparecer. Desaparecer, que es vivir. Vivir, que es morirse de ganas. De remediar el pasado, aprovechar el presente y adivinar el futuro. Y en ello vivimos en pretérito, derrochamos las horas y nos movemos en penumbra. Pero no en los sueños. No mientras nos queden dos párpados que veten la entrada del mundo. Que no nos intoxique. Que no se atreva. Que se aleje. Fuera.

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