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domingo, 3 de mayo de 2015

Hijos

No voy a hablarle de ti a mis hijos. No querré que vivan sabiendo que existe la posibilidad de conocer al amor de una vida, y perderlo. Y no por las inclemencias del tiempo, del espacio, del azar, la fortuna y el destino, que juegan a lo mismo con distinto nombre, sino porque el amor no fue suficiente.

No podré decirles que es mentira que el amor derrumba murallas, puesto que hay personas que construyen diques con indiferencia, y eso no es comparable al cemento y al ladrillo. No querré para ellos una vida de cinismo, en la que no tiene cabida el querer, por temor a no ser correspondido.

No les diré que pensaba en tus manos cuando veía llover. En que tus palabras eran mi dogma, y mi vida un culto constante hacia tu recuerdo. No les mencionaré las noches en vela, pensando si recordarías mi nombre alguna madrugada.

Les convenceré de que el primer amor es una mentira, y de que su pasión se repite de diferente manera en cada persona que nos llega adentro, como ya me convencí yo en su día. Les meteré con embudo la ilusión en que cruce mañana por la esquina alguien que ilumine una semana, un año y una vida la oscuridad de todas las noches de la historia.


No les hablaré a mis hijos de ti, ante todo, porque, por mucho que lo quisiera, no serán los nuestros.


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