Y ahora solo quiero quererme. Y dejar
de existir. Quiero vivir, pero sé que no atrevo a caminar con mis pies. Lo haré
a través de las palabras de otros, leeré las mentes de los atrevidos que las plasmaron
en páginas, lloraré sus penas, me angustiaré por sus angustias, desapareceré con
sus finales. No oiré más palabras de amor fingido que no sean las que se cantan
con un rasgueo continuado, o el lamento de un violonchelo perdido en alguna habitación
insonorizada. No sentiré más calor que el del sol de primavera lamiendo mi ventana.
Se me erizará el vello de los brazos, la piel de gallina, fría, escalofría, solamente
con besos de terceras personas de quienes solo sé el nombre.
Y dejaré de existir. Anulando mis
sentidos. Dando de baja mis dolores. Merece la pena una vida que es vivida, pero
no pretendo arriesgarme a que sea la mía. La dejaré en su envoltorio original, intacta,
preparada para la devolución entre lágrimas en unos años, quien sabe si diez, si
veinte, o si la próxima vez que vaya al baño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario