Voy a ponerme de rodillas. Para pedirte perdón, clemencia y
bajarte la cremallera con la boca, todo en el mismo segundo.
No dejaré que te des más la vuelta. Para decirme adiós, no
vuelvas y quizá en otra vida, todo ello sin palabras.
Porque para eso bastan las miradas. Cuando se lanzan al
suelo en vez de a los labios. Cuando huyen tras las faldas de otras. Cuando
rehúyen de las mías.
Pero no soporto hablar de tu mirada. Sigo sin tener claro si
es azul, verde, amarilla o marrón mierda. Como mi vida desde que entraste en
ella, sin pedir permiso, sin llamar a la puta puerta. Al menos avisa, al menos
dime, oye, perdona, quiero venir a destrozarte. La cama, el peinado, el corazón
y el maquillaje. Se va a correr tu rímel con las lágrimas después de cada
orgasmo. Y después de eso vas a darte la vuelta entre sábanas vacías. De
pasado, de futuro y de sentimiento alguno. Todo fingido.
Lo que digo, que eso se avisa.
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