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viernes, 8 de mayo de 2015

Noches demasiado largas y pestañas enfadadas

Un piano no se calla las mentiras mal contadas en algún rincón del edificio. Le recuerda al vecindario que la vida es duda, error y desengaño, notas perdidas en un disco rallado que no hace más que repetir la misma melodía. A nadie le gusta, pero sigue vendiendo.

Querría hablar con ese piano. Contarle que hay días en los que el sol no se quiere poner porque teme que la noche arranque las sonrisas que han iluminado la tierra más que sus rayos. Y días en los que la Luna no necesita oír tus llantos, para saber que debajo del pecho algo se mueve a destiempo.

Y que eso no es malo. Es la dualidad que le comía la cabeza a Aristóteles, y la oreja a toda la filosofía que le ha seguido a trompicones, dando palos de ciego entre inmensidades de desconcierto. 

Es la vida, y la muerte. 
Es el amor, y el odio. 
Es el dolor, y la poesía.


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