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sábado, 23 de mayo de 2015

Chucuchú

No me eches la culpa a mí. Yo nunca termino nada de lo que empiezo. Se me caen las ganas a los pies, que las enfrían y hacen inservibles. Yo miro al espejo de reojo y a los atardeceres con la atención que se merecen las cosas bonitas. Yo me pierdo en las miradas de la gente y no la oigo cuando habla, porque tratan de engañar a sus verdades con palabras. Yo busco unas manos más bonitas que unos pómulos marcados, para que me sujeten por la noche si me caigo en sueños, o quiero echar a correr sonámbula, vaya a ser que me tire por la ventana y no consiga volar. Yo no soy ni de chocolate ni de vainilla, sino de galleta maría, y no me gusta el helado si no es en cucurucho y compartido. Yo estoy tan arriba como puedo estar abajo, subida a una montaña rusa con un cinturón un poco flojo, que no para ni de día ni de noche, encendida sin control. Pero no te pedí que te subieses conmigo. Porque es difícil soportarme, te lo digo yo que me conozco de un par de días. Porque soy un osito de peluche con las garras de uno polar. Y me las clavo por la noche si no puedo dormir. Así que si quieres perderte conmigo, hazlo, pero cuando acabemos lanzándonos dardos envenenados, no podrás decir que no te lo advertí.

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