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domingo, 10 de mayo de 2015

La mierda del roce de manos

El especial encanto de los amores perdidos es ese estado de semi-olvido al que se ven relegados. Un olvido que nos inunda, nos mece y nos ahoga en soledad, pero que se reduce a una finísima capa en la presencia de aquel que pertenece a una oportunidad pretérita Es una capa que cubre las palabras, y la piel, y el más mínimo contacto la reduce a pedazos entre los que se dejan ver recuerdos que vuelven a la memoria como el hijo pródigo tras la batalla, cuando todos pensaban que jamás volvería.

Con un roce de piel al pasar el cigarrillo, vuelve a los pulmones el humo del sexo mañanero fallecido. Con la primera nota de una canción se desentierran todas las sonrisas muertas en combate, y cuando cae del armario una camiseta prestada hace lo que parecen siglos, se recupera ese olor pegado tanto tiempo a los sentidos.

El olvido no existe, porque todo es nada, y todo al mismo tiempo. En el pasado, el futuro y el presente comparten el mismo lecho con una serie de imágenes que se repiten constantemente en una sucesión repetitiva en la cabeza de todo lo que he conocido como proyección de lo que espero del futuro.

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