Como buenos seres de sangre
caliente, lo nuestro no es el frío. No hablo del climático, que también (los
canadienses los tienen cuadraos). Hablo del frío de la cama vacía, que no duda
en gritar no solamente que alguien se ha ido, sino que hace mucho tiempo que lo
hizo. O peor, que nunca ha estado allí. Hablo del frío de las baldosas del
baño, al que caemos entre lágrimas hijas de decepciones sin piedad. De las
mañanas incómodas y viajes de cama en cama a las 8 de la mañana. Hablo de ti,
joder, siempre hablo de ti.
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