Me encontré cara a cara con un
sol que me besaba las pestañas y me susurraba obscenidades. Los rayos del sol
se pasearon de cuclillas por mi piel de gallina, y el fuego corrió más rápido
que la sangre de mis venas. Cayó el telón de la desidia para dejar ver un mundo
con ojos de recién nacido. (Y entendí la mierda de la energía solar).
Se fueron las nubes que seducen al
pasado, y llueven en ventanas sucias. Cayeron las últimas lágrimas en un
riachuelo hacia las alcantarillas. Se secó la carretera y empezó el píar. Las
hojas movían las caderas, de cuatro notas la melodía.
Sonaba la vida en cada latido,
hasta las yemas de los dedos y de vuelta al corazón. Luz en un paraje desierto,
oscuro y en proceso de olvidar. Un viaje por sentidos deformados del pasado,
reducidos a la nulidad y el desconcierto.
Olores familiares, a pastel y
lluvia recién caída. Tierra mojada, almohadas secas y brisa de mar. Todo en un
golpe de realidad en pugna por la abulia. La arena seca entre los dedos de los
pies, y las manos saladas.
Saludo al día nuevo, con la cara hundida entre
las sábanas y los párpados abrazados al sueño. Y me vuelvo a dormir.
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