Lo confieso.
No sé escribir.
Si no es con sangre
de las heridas
con tu firma.
No sé sentir.
Si no es tu pecho
contra mi oreja.
O tu mano
contra mi mano.
En luchas
de segundos,
y de milenios.
No sé oír.
Si no son latidos,
acompasados
al ritmo de errores.
Tus ronquidos
a pierna suelta.
Tus susurros
de madrugada.
No sé pensar.
Si no es tu ausencia.
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