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domingo, 12 de abril de 2015

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Casi puedo oler tu cuello, y sentir tu respiración en el mío. Y querer agarrarme con garras y dientes a tu destino, fundirlo y hacerlo nuestro, con las manos en tu pelo, y los ojos en el infinito. Acabaré por venderme a mí misma una historia de amor que cubra mera pasión desenfrenada. Me obsesionaré con tu sonrisa, y dejaré de respirar si no es el aire que sale por tu boca. Te veré en cada vagón de metro y cada ascensor lleno de desconocidos. Te buscaré en noches etílicas, y dará igual con quién me vaya a casa, que lo llamaré por tu apellido. Acariciaré con la ternura de una madre todas las heridas que abriste a base de caricias de mentira, y me pegaré en las sábanas que fueron testigo de oprobios a la moralidad cristiana. Viviré de alimentarme del recuerdo de tu sonrisa y del lunar que me daba las buenas noches apoyada en tu pecho. Me beberé los te quiero que el miedo me hizo escupir al suelo mezclados con las lágrimas que me arrancaron canciones que hablaban de amor, y no sabían de lo que hablaban. No contestaré a las llamadas que no vengan en tu nombre, ni miraré a los ojos a nadie más que a tu recuerdo. Y es a él, no a ti, a quien se lo prometo.

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