Quiero ser poeta, y quiero ser mi
amante, para poder escribirme versos más tristes que los de todas las noches de
Neruda. Y perderme en el lirismo de palabras que ponen a latir a patadas hasta
al más triste corazón.
Y quiero ser yo, y yo conmigo, y
nosotras dos sin ti, sin nadie, sin nada que nos frene, entorpezca o ralentice.
Sin amores unilaterales y besos en la frente después de una mamada. Sin noches
en vela y almohadas empapadas, cuando los mares deberían abrirse paso entre mis
piernas.
Y los te quiero, en vez de al
cuello de la camisa o a una taza de café fría, al espejo, que no dudará en
recordarme cada mañana lo preciosa que es mi sonrisa. De enamorada, pero de
nadie más que de la vida.
Y las lágrimas caerán solamente
de alegría, que de tanto resucitar recuerdos ya me han quedado surcos de
tristeza en las ojeras.
Perderé el aliento, pero no ya en una carrera por buscar
el aprecio de alguien cuyos ojos buscan sin cesar una nueva presa, sino en una competición
conmigo misma y el fracaso, el dolor y las mentiras. Llegaré antes a la meta que
nadie, y me quedaré esperando a que pase el tiempo fumando un cigarrillo.
Ya no me importa esperar, porque ya
no espero nada.
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