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viernes, 24 de abril de 2015

Que no.

Que no te quiero. Ni te necesito. Ni a ti ni a nadie. Ni a nadie ni a nada. No es ya tu perfume mi aire. Respiro más allá de tus pestañas. He perdido un poco el sentido del tacto, y todo me es áspero si no es la línea que cae con decisión por tu vientre. Pero sigo sintiendo el calor del sol por la mañana, y se me eriza el vello de los brazos con el frío. Los besos ya no saben tan medio dulces medio salados. Son más bien insípidos, agua para los labios. Pero me siguen valiendo.

Igual que me valen los amaneceres. Porque el sol se pone, y vuelve a salir. Día tras día, es la metáfora del olvido. Del renacimiento y de que la vida sigue. O de que al menos puede seguir. Si le diésemos la misma ración de cariño y oportunidades al pasado a lo que queda de camino, otros pasos lo recorrerían. Decididos y pasionales, sedientos de momentos.

Y de la misma manera, el sol hoy va a caer entre las nubes. Quizá muera entre un rojo dramático, o lo oculte el gris de la lluvia. Pero ya no me espera tu mirada en el horizonte.





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