No te pierdas mis primeros pasos
de la mañana, ni los últimos de la noche, al ir al baño a quitarme las
lentillas y ponerme el sueño. No me dejes sola ante el aroma del café recién
hecho, ni confíes en mí la decisión de qué vestir mi cuerpo frágil y desnudo
para las irreverentes miradas de los desconocidos. No me abandones de camino al
trabajo. No me sueltes la mano cuando el semáforo se ponga el verde. No te
pierdas de vuelta a casa. No dejes que la soledad del crepúsculo se esconda
tras las cortinas y se me abalance cuando me deje caer al sofá. Y, bajo ningún
concepto, me dejes irme sola a la cama.
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