Páginas

miércoles, 3 de junio de 2015

Learn to let go

El 80% de nuestras preocupaciones nacen de la incapacidad de dejar marchar. Tanto lo bueno, como lo malo, como lo malo disfrazado de bueno. No nos permitimos el lujo de desprendernos de algo que ya nos ha tocado por dentro. No es fácil. Ni hacerlo, ni concienciarse de la necesidad de ello. Confiamos en que en algún momento algo cambiará, bien aquello a que nos aferramos, bien la situación en la que estamos, bien nosotros mismos. Quizá sí, pero probablemente no. La respuesta suele hallarse en dejarlo ir. 

Sea el primer amor o el decimoquinto, un recuerdo vívido o desvaneciéndose, una canción escondida en un recoveco de la memoria, déjalo ir. Si quema, déjalo ir. Si ahoga, déjalo ir. Si viene acompañado del vacío insondable en el pecho -o del peso insoportable-, déjalo ir. Si manda salir a tus lágrimas de última hora de la noche, o las etilizadas, o las discretas en medio de una multitud, déjalo ir. Si no te llena, si no te permite avanzar, si te ancla a un punto perdido del pasado, déjalo ir. Si no te deja dormir por la noche, si no te despierta sonrisas, si no te construye como persona y te acerca más a lo que quieres llegar a ser, déjalo ir. Simplemente, déjalo ir. 

Basta de autoengaño y excusas cogidas por los dedos de los pies. Basta de hipótesis rebuscadas y teorías de bombero jubilado, de "el que la sigue la consigue", de zarbada insistencia, de omnubilarse con lo que uno desea y dejar de ver la realidad. Basta de castillos en el aire, de morir por un algo inalcanzable tratando de llenar el vacío. Basta de dolor gratuito en imposibles que nunca llegan.La respuesta correcta normalmente es la que duele, la que quema, la que nos hace cerrar los ojos en cuanto se pasea por nuestra mente. Deja de darle la espalda, y déjalo ir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario