Madrid, te quiero. Te quiero, ni
como a un hijo, ni como a un amante, ni como al lugar del que se huye sabiéndose
imposible el retorno, ni al lugar que acoge al prófugo con sombra serena de
laurel. No te quiero con amor, sino con ese aprecio pegajoso que suda el
pasado. Te quiero como portal de desaires y marco de engaños, como cómplice de
la noche profunda que nada bueno augura, nada bueno esconde, y nada bueno desea.
Te quiero como la ventana por la que echaron a volar mis demonios, dejándome
sola e incompleta, sin relleno posible más que la náusea misma. Te quiero como
islote perdido en un mar de malos recuerdos, como epicentro y causa dolorosa,
como hogar en brasas, como el frío de febrero. Te quiero por costumbre,
desaire, despecho y tradición, por apego a la sangre derramada, y quizá por los
amaneceres tan bonitos que me has regalado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario