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viernes, 22 de enero de 2016

m1

Me gusta leer manos. No el futuro, sino el pasado. No las líneas de la palma, sino las cicatrices. El desgaste en las llemas. El amarilleo del tabaco. La marca del moreno en un anillo inconveniente. Las garras de un gato. Una manicura descuidada.

Pero, sin duda alguna, la devoción es a las arrugas. A los pliegues, los mares rojos que se invocan al hacer uso del dedo oponible, al agarrar, al agarrarse. 

La belleza se nos pierde en los detalles.

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