Páginas

martes, 26 de enero de 2016

Indolencia perentoria, final eternamente prolongado

Se ha oxidado ya la saliva de unos besos que más se parecían a salvavidas. Agarrarnos con los dientes a la vida nunca fue una solución perentoria. Más un botiquín de primeros auxilios que escayola. Putrefactas ya las flores que dejé en mi puerta memorando tu última partida, mi antepenúltimo no vuelvas. Lloran las ventanas el sudor que no compartimos, con infinita pena por esta amalgama de futuros imposibles y sueños escupidos en gemidos indolentes. Tratar de salvarnos con abrazos para solo ajustar más la mortaja. Listos para ser enterrados, aún pensando en lo que no tenía que haber pasado ayer, aún arrepintiéndonos de una noche escondida en años perdidos. Perderme por no perderte, por no abandonarme a la incertidumbre de una cama fría. No compro boletos de amor barato para un café solitario, mirando la pared de la cocina. Esperando oír el cerrar de la puerta, el caer de mi dignidad por las escaleras. 

El cartero sigue echándome miradas de pena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario