Se miraron por primera vez en una apoética noche de verano.
La mirada turbia, el cuerpo ardiente. Ella llevaba escrito “manejar con cuidado”
en cada lunar, él, navajas bajo las uñas con las que cortar cualquier salida
posible.
Se perdió en vagas
miradas un futuro por separado.
Cayó con el sol la resistencia arraigada en tambaleantes
valores. Y en la oscuridad, el uno sobre el otro. Culpa de la luna la marea intravenosa que fundió
pieles frías y calentó la madrugada. Sustento de las paredes el aire exhalado
en cada gemido. Sábanas derramadas en sudor, perdidas entre miembros
inconclusos. Lenguas traviesas y capilares insumisos. Lluvia ácida en verano.
Tormenta de invierno. Frío glacial en el pecho, calor ardiente de cintura para
abajo. Sus lágrimas, cristales rotos:
-Lo único que quería era un beso que me salvase.
Fundido en negro.
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