Páginas

miércoles, 6 de enero de 2016

1 de enero

Y heme aquí. Un año más. Un porro en una mano y el corazón en un puño. Una puerta que ya no puedo abrir, ya no quiero cerrar, que quedará entreabierta. Puñetera la manía de enamorarme de las piedras. Amor propio desviado, reconducido y perdido de mala manera. Me lo aposté de primeras con la autodestrucción, y se lo llevó como las huellas la marea.

Año más, año menos. No le importan los días a la experiencia. Amiga del dolor. Íntima mía. Hiroshima en el pecho, destrucción del esternón, catatonia que no me deja.  Como no me abandona el recuerdo, del todo y la nada al mismo tiempo. ¿Qué es la nada? ¿Qué es el todo? Me desvanezco.

Me abandono.

Me sobrevivo.

Pero luego me perdono, y en estas te escribo. Y luego esquivo tu mirada intermitente. La duda. Me asalta la duda. El cambio que viene, me precede, aconseja y determina. Ya no son tus ojos. Ni la lluvia. Mi ventana es de interior y he echado las cortinas. Que el sol se desvanezca en los cristales y tiña de blanco la sal.


Esos ojos… 

No me culpo si pienso en futuro. Y desecho el pasado a las telarañas de las esquinas de mi mente. Cebo y sustento. Que dejen solo lo iluminado y le den un toque de azul a la memoria.

Entierro la cabeza otra vez en el agujero del olvido. Será la droga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario