Los seres humanos somos felices en la medida en la que nos lo
permite nuestra burbuja. Una película que parece transparente pero distancia a la
persona de cualquier tipo de solidaridad, empatía, raciocinio y toma de
conciencia de la realidad. Esa película está compuesta por todos los elementos
hedonistas del s.XXI, que no son pocos. Esa película es el alimentarse a base de productos
de marca -joder cómo mola el iPhone 6-. Es el alardear de vidas perfectas a través de
perfectas fotografías
en un divino de la muerte perfil de Facebook. Es el hacer de la cultura una
bandera muy cool que portar (¿podemos debatir el comunismo revisionista desde un punto de vista marxista, porfa?). Es el hacer que cualquier indicio de profundidad se vea banalizado. Es el concebir el amor de Mujeres, Hombres Y Viceversa.
Claro que, ¿salir de la burbuja? Supondría el abandono de la
comodidad que va pareja al embotamiento de la conciencia por el consumismo y el choque
con una realidad que actualmente vemos disfrazada por los medios de (des)información y el bombardeo constante de las modas y las imposiciones estéticas.
Supondría el tener que lidiar con que las cosas no son tan
someras como hacemos de ellas; que la vida no es conseguir un trabajo chachi
para conseguir un pisito chachi con una pibita chachi. Y tener hijos y toda esa
mierda del golden retriever en un jardín con barbacoa y muchas risas y globos.
Nos han vendido ese objetivo, que todos, cogiendo el fondo de la anterior
deformada comparación hemos comprado. Todos a nuestra manera interiorizamos el
prototipo de vida que nos han impuesto. Carente de peligros. Sin manera de
perderse. Para morir entre arrepentimientos por haber malgastado el tiempo, que sigue
pasando aunque nosotros no nos queramos dar cuenta.
Salir de la burbuja supondría conocer lo que realmente
suponen las heridas del mundo, entenderlas con una sensibilidad de primera
persona. Nos pondríamos en el frío de la piel del niño refugiado, la soledad de
los marginados sociales, el agujereo en el vientre ocupado por nada más que el hambre, y los latidos cada vez más apagados tras la pérdida de un ser querido.
Dolería increíblemente. Pero aprenderías a vivir con ello pasando a tomar una
posición empática con los demás, que haría del mundo, al menos de tu mundo, un
lugar mejor. La empatía tiene una relación directa con la solidaridad.
Y joder, un mundo donde la solidaridad existiese. Joder.
Por eso nadie sale de la burbuja. Se está mucho más
calentito aquí. Es más cómodo emborracharte cada sábado, y actualizarlo en las
redes sociales, creándote una identidad prefabricada, que haciendo de tu vida
algo que merezca la pena. Aquí se está de puta madre.
Yo digo que dentro de mi burbuja está empezando a faltar el
aire.
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